martes, 18 de noviembre de 2008

EL CONTRATO SOCIAL MUESTRA SÍNTOMAS DE AGOTAMIENTO


El medio digital DERIOJANOS publicó en el día de ayer la
siguiente nota, que puede servir para abrir el debate sobre la Paritaria Social, que anhelamos y por la cual luchamos. Esperamos que los compañeros de la CTA puedan
nutrir este debate con sus comentarios.

Los altos índices de pobreza e indigencia; el colapso de los sistemas de salud; las crecientes estadísticas de delincuencia; la desjerarquización de la educación; la sensación de inseguridad; el descrédito de la justicia; la desconfianza generalizada en las instituciones; los actos de vandalismo, la conformación en progresión geométrica de patotas, los robos y asesinatos; el incumplimiento patronal y también laboral, han ganado los espacios de los medios de comunicación del país y no parecen ser elementos aislados de una crisis localizada, sino más bien síntomas de alarma de agotamiento en el modo de concebir o pensar una democracia. Dolorosamente parecemos asistir al incumplimiento o ruptura del Contrato Social, si es que damos crédito a la teoría de Jean-Jacques Rousseau.

El Contrato Social se explica en los ámbitos de la ciencia política, de la filosofía y la sociología, como un acuerdo real o hipotético realizado por los miembros de un grupo. El ejemplo clásico citado por los “contractualistas” (Rousseau; Hobbes, Locke, entre otros) es el Estado.


En tal sentido afirman que para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito que les otorga ciertos derechos a cambio de ceder la libertad total que dispondrían en un estado natural Siguiendo éste razonamiento los individuos tienen sus derechos y libertadas; el Estado es la entidad creada para hacer hacer cumplir el contrato, y cuenta con sus instituciones y el poder de coercitivo.


De hecho que a través de nuestra historia, tuvimos síntomas, graves, gravísimos y moderados de alarma, que van desde golpes militares, terrorismo de Estado hasta retención y utilización indebida de fondos de ahorristas.


Lógicamente que eso no fue lo pactado y entonces si una de las partes no cumple un contrato, la otra parte puede sentirse exenta de obligaciones. De un tiempo a ésta parte, vienen manifestándose distintos fenómenos, que nos golpean y nos vuelven vulnerables para enfrentar los crecientes desafíos del mundo globalizado.


Si hablamos de las Retenciones a la exportación de granos, el sector agrícola sintió que no correspondía y tomo medidas de fuerza como cortes de rutas que provocaron desabastecimiento y alza de precios generalizados. Llevada la cuestión al Congreso, no se aprueba la Resolución 125 y entonces institucionalmente habría quedado allí la cosa; pero para sorpresa de todos, la situación internacional cambió dramáticamente y entonces a la Sociedad Rural y las otras entidades del campo, coincidieron en que nada se había solucionado y amenazaron con volver a las rutas.


Si de política y economía hablamos, el crecimiento del Estado Nacional, sobre la base de una ruda política fiscal, estableció reglas de juego, que llevaron a ciertas provincias, prácticamente a penar por ayuda económica para sobrevivir; en tanto la coparticipación se reducía en términos porcentuales respecto a la recaudación general, a uno de los más bajos índices históricos.


De allí al alineamiento obligado de las líneas bajadas, un paso. A los partidos políticos no les fue mejor; la oposición, que es quien tiene puntos de vista diferente del oficialismo y puede contribuir decididamente a enriquecer los debates, vio reducida su participación en provincias, a la mínima expresión; más aún desde el propio Justicialismo que concentra la mayoría de militantes en país, salieron expresiones eleccionarias con otro nombre para llevar militantes de ese segmento al poder y luego, volvieron sobre sus pasos, como "militantes" comprometidos.


Ahora si hablamos de inseguridad, la cuestión es aún más delicada; la marginación y exclusión de grandes sectores, a lo que se suma la pobre infraestructura de las fuerzas de seguridad, hacen de éste tema un cuestionamiento ciudadano permanente. Ni siquiera una firme decisión política puede hacer mucho, si no se atiende el clamor social de una extensa franja de argentinos, que no tiene un trabajo digno, con familias carentes de alimentos, sin cobertura de salud y sin posibilidades, por tanto, de una educación normal. La droga, el alcohol y el oportunismo entonces, hacen de las suyas, particularmente entre los jóvenes.


Ahora el debate parece orientarse hacia la baja en la edad de los jóvenes, para poder ser imputados.


Una arista muy filosa sin duda; porque si bien podemos coincidir en que jóvenes de 14 años o menos, comprenden perfectamente que secuestrar o matar son delitos muy graves, y que de ningún modo aceptarían como algo normal si se trata de alguno de sus familiares o amigos; también es cierto que el Estado debe llegar en forma preventiva a la familia, crearse condiciones para que las personas tengan posibilidades laborales, educativas, culturales, deportivas, y en los casos que sean necesarios, prestarles asistencia psiquiátrica y psicológica. ¿Esto significaría una gran tarea; erogaciones importantes; infraestructura especial para contener, enseñar, orientar y curar?..Sí, pero no parece existir un remedio aislado mágico, porque el sistema muchas veces los convierte en víctimas y desgraciadamente algunas veces victimarios.


El panorama entonces es muy complicado por lo menos, porque de la “Anomia”, que es el incumplimiento generalizado de las normas, aceptado como algo rutinario, cotidiano y normal por la sociedad (como las transgresiones en el tránsito vehicular), pasamos a la “Anomia Boba”, que según Nino, es lo mismo, pero el transgresor, en vez de beneficiarse a costa de pasar por encima las disposiciones, pone en riesgo a personas y a sí mismo (siguiendo el ejemplo, sería que un motociclista cruce una esquina con el semáforo en rojo), lo cual equivale a “escupir para arriba”.


De no mediar una visión de grandeza, superadora y solidaria, basada en la filosofía de la construcción, de las nuevas generaciones, entonces el Contrato Social, verá las llamas de una vela de pasiones. El panorama entonces sería de un cuadro desolador: estudiantes que no estudian, maestros que no enseñan; delincuentes que pueblan las calles y vecinos que intentarían hacer justifica por sus propias manos; empresas que incumplan con sus obligaciones y empleados que no desarrollen sus tareas; gobernantes que no gobiernen y gobernados que no acepten norma alguna; acuerdos que no se cumplan, ni partes comprometidas.


La solución no es sencilla, incluso Francia, un país indudablemente del primer mundo, ya tiene problemas con su quinta República; pero sus ciudadanos están trabajando fuertemente para modificar las instituciones que parecen agotadas. Las lecciones que llegan desde otras partes del mundo, las buenas lecciones, deben ser aprendidas y las crisis deben detenerse con grandes cambios políticos. La sociedad toda está esperando sin duda una señal en tal sentido, para vencer la incertidumbre y la angustia que lleva en su pecho la mayoría de los argentinos.

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